jueves, 3 de octubre de 2013

Solaris, de Stanisław Lem


La idea de un océano que tiene toda la apariencia de estar no sólo vivo, sino además de poseer un raciocinio con capacidades creadoras casi ilimitadas, es quizás el elemento más sobrecogedor de Solaris, novela de 1961 de Stanislaw Lem. Y es que dicho raciocinio, alejado por completo de lo tradicionalmente comprensible para la ciencia humana, parece actuar desde la escala subatómica hasta la astronómica, pues lo mismo es capaz de estabilizar su excéntrica órbita alrededor de un sistema binario de estrellas, que “recrear “ biológicamente (aunque con una estructura que parece basada en los neutrinos y no en los átomos, como la materia “normal” que conocemos) a aquellas personas que más han dejado huella en los hombres que residen en la estación espacial que permanece a cientos de metros por encima de la superficie del planeta Solaris.

La novela discurre en al menos tres niveles de lectura. El primero recae sobre todo en la exploración metafísica y científica acerca del contacto extraterrestre, tema tan socorrido por la ciencia ficción durante el siglo XX con resultados poco dignos de mención. La gran diferencia en el caso de Lem es que sugiere la total incapacidad del ser humano de establecer contacto con inteligencias que existan fuera del rango de acción del planeta Tierra si éstas no guardan una semejanza antropomórfica, tal como sucede con el océano que, desde el descubrimiento del planeta Solaris (al menos unos cien años antes de la historia que se relata en la novela), causó una gran curiosidad entre la comunidad científica y seudocientífica, al grado de intentar por todos los medios establecer tanto una comprensión de la manera en que el océano funciona, como de hacer intercambios de ideas con él. 

Es así que comienzan las expediciones a Solaris, de las cuales derivará la llamada "literatura solarística", en la que se detallan las numerosas hipótesis que habrían sido elaboradas por los más diversos estudiosos, y de la que el propio protagonista describe sus inicios, su apogeo y la decadencia de las investigaciones debido a la imposibilidad de establecer un Contacto satisfactorio con la conciencia del océano. Así vemos ciertos comportamientos que hacen pensar en que el océano discurre en un lenguaje "matemático", ya que puede generar dentro de su propia sustancia protoplasmática una serie de tormentas con estructuras simétricas (simetriadas), asimétricas (asimetriadas) y mimoides (imitaciones un tanto naïf de cosas existentes en la realidad), las cuales están hechas de un material aún más ligero que la piedra pomez, por lo que con el tiempo adquieren la apariencia de ruinas terrestres, hasta que terminan disueltas en el propio océano. 

En un segundo nivel está la insospechada historia de amor entre Harey y Kris Kelvin, un psicólogo que ha llegado al planeta Solaris para esclarecer los extraños comportamientos que han tenido los últimos tres investigadores que han residido en la estación espacial: Gibarian, Snaut y Sartorius, el primero de los cuales murió en circunstancias oscuras poco tiempo antes de la llegada de Kelvin. Desde el principio Snaut advierte a Kelvin de ciertos enigmáticos "visitantes" que han estado apareciendo tras algunos experimentos en los que Gibarian dirigió potentes haces de rayos X al océano, tras lo cual parece haber leído las mentes de los investigadores como si fueran libros abiertos. Así, cuando aparece Harey, la esposa muerta de Kelvin, éste, primero asustado y poco después resignado, se da cuenta de que los visitantes son una especie de respuesta del océano a las culpas o remordimientos de él mismo, y muy probablemente también de los otros dos habitantes de la estación.

De hecho, el tercer nivel de lectura radica ahí precisamente: en una exploración de la mente humana, en que todos aquellos episodios significativos en la vida de una persona pueden ser leídos por el océano, quien los retoma y los usa quizás para infligir un castigo, o para dar una suerte de regalo, o un mensaje, o incluso como mera diversión. Sin embargo, debido a que los niveles de comunicación de los seres humanos y el océano están en dimensiones distintas, a los primeros sólo les quedará la impotencia y la sensación de fracaso. 

Dos notables motivos de la novela: por un lado, el concepto del océano como una especie de dios imperfecto, capaz de crear imitaciones de cualquier tipo pero, al mismo tiempo, perder el control o el interés en sus criaturas, cosa que se ilustra en la toma de conciencia de Harey, quien sospecha que no es la esposa real de Kelvin, sino una "creación" del océano, y sin embargo, repite el mismo patrón suicida de la Harey real que muriera años antes. Por otro lado, la manera en que las motivaciones del océano en su accionar son un caudal inagotable de teorías, desde quienes dicen que es un lenguaje matemático, hasta quienes aseguran que no se contacta con los seres humanos porque no los nota (como un elefante no logra notar a una hormiga que camina en su lomo), o por simple falta de interés. Sin embargo, al “crear” seres nacidos de los recuerdos más ocultos o inconfesables de los tres habitantes de la estación espacial, dicha teoría se cae para dar forma a otra llena de tintes morales, psicológicos o incluso filosóficos, pero que ninguno de los personajes es capaz de articular, con lo que el lector al final quedará sin certezas, aunque con la sensación de haber escrutado sin pudores en ciertos pliegues del alma humana.