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jueves, 3 de noviembre de 2016

Lord of the Flies (Señor de las moscas), de William Golding



Una isla desierta. Un grupo de niños náufragos entre los seis y los doce años, con la ingenuidad característica que conlleva esa edad. En principio parecen los ingredientes exactos para vivir en un paraíso tropical. Todos emulan la organización propia de los adultos. Hay que elegir a un jefe, y Ralph, el chico rubio y atlético parece el idóneo. Él y Piggy, un gordito miope y un tanto amanerado, aunque con más sensatez que el resto, han encontrado un caracol y lo han dotado de un simbolismo de autoridad al congregar con su sonido a todos los niños dispersos en la isla. Jack, merced a su navaja, y a los chicos que comanda en un grupo coral, se encargará de proveer a la comunidad de los alimentos necesarios, es decir, será el cazador. Los demás construirán refugios, recolectarán frutos, y los más pequeños ayudarán a recolectar leña para el fuego que deberá emitir un humo permanente, de esa manera será más sencillo que los barcos que cada tanto asoman su perfil en la lejanía del horizonte detecten su presencia y los rescaten. Sí, al principio todo luce muy organizado, reina el buen humor y hasta comienzan los bailes cuando encienden un fuego que se saldrá de control y devorará un buen trozo del bosque de la isla. Pero Jack, ese chiquillo pecoso y pelirrojo, pronto para la ira y la burla, además de ser el poseedor de la única navaja de la isla, también quiere mandar sobre los demás. Y por eso, luego de que los niños decidieran que Ralph sería el jefe, poco contento con ser relegado a un segundo término, comienza a obsesionarse con cazar a un jabalí, proeza que logra después de varios infructuosos intentos y de, cosa más grave, descuidar el fuego que habría de servir para el rescate de todos. De ahí las desavenencias con Ralph, para quien el fuego es prioridad, pero sobre todo con Piggy, de quien odia su gordura y amaneramiento. Con dos líderes siempre viene la división. Ralph y Jack. Dos visiones arquetípicas de las sociedades humanas, la razón y el pragmatismo sin reflexión, la legitimidad y la usurpación. El recelo va creciendo como la hierba. Entre los niños más pequeños hay un miedo que también crece: por las noches escuchan a una supuesta bestia de dimensiones terribles, lo cual también se vuelve motivo de inquietud, si bien los mayores parecen dudar de su existencia. No obstante, emprenden una expedición a la montaña más alta de la isla para buscar a la bestia, en caso de que exista. Pero allá arriba todo se conjuga: la noche en la cima, las sombras del cadáver de un paracaidista y el miedo lleno de supersticiones de los niños, quienes luego de huir despavoridos, aseguran que hay un inmenso monstruo en la montaña. Y a esa especie de deidad le rendirá tributo Jack con la cabeza de un jabalí, cuya tenebrosa pudrición atraerá a miles, tal vez millones, de moscas... Ralph y Piggy van quedando solos poco a poco. Los demás niños los abandonan de grado o por fuerza, para seguir a Jack, el proveedor de la carne y, una vez que roban las gafas de Piggy, también el proveedor del fuego. El poderoso e inmisericorde Jack, que se oculta tras su máscara de salvaje junto con su círculo más cercano y de esa manera demuestran que nada los detendrá. Y como no hay espacio para ellos dos en la isla... O Jack o Ralph. El encuentro es inevitable. Uno de los dos deberá quitarse del camino. Así sobrevendrá la soledad de Ralph, la cacería desesperada, un nuevo incendio en la isla y, cuando todo apunta a que la muerte es irremediable, la súbita conciencia del abandono de la niñez y la entrada a profundidad en lo peor de la naturaleza humana...

jueves, 2 de julio de 2009

La oscuridad visible, de William Golding


En medio de un incendio provocado por uno de los tantos bombardeos que sufrió Londres durante la Segunda Guerra Mundial, de pronto aparece un niño que camina lentamente con varias y terribles quemaduras, las cuales le darán un aspecto repulsivo que le durará toda su vida. Aun así, diversas instituciones médicas hacen lo posible para que Matty se integre a la sociedad, y permanecerá hospitalizado hasta que logra valerse por sí mismo. Entonces es llevado a un orfanato, donde conocerá al extravagante señor Pedigree, quien influirá decisivamente en su futuro. Ahora bien, debido a una extraña confusión de tintes sexuales, un niño muere de una caída y Pedigree es encerrado por sospechoso de practicar la pederastia. Matty comienza a trabajar como aprendiz de mensajero en una pequeña empresa destinada a una quiebra no muy lejana. Allí conoce la belleza de las mujeres, lo que lo hace huir a Australia, pues se da cuenta de que con su físico repulsivo nunca podrá tener a ninguna. Permanece durante varios años allá, en los que se buscará a sí mismo detrás de una pregunta que se va transformando: ¿quién soy?, ¿qué soy?, ¿para qué soy...? Tiene un penoso incidente con un aborigen cuyo resultado es la pérdida de sus dos motores viriles, operación que inconfesablemente había pensado en practicarse él mismo con tal de no tener dificultades para entregarse a su vida espiritual. Y así continuará su huida, o mejor dicho, su búsqueda de sí mismo al regresar a Inglaterra. Eso, aunado a su extraña afición por los textos bíblicos lo convertirán en un hombre extraño y silencioso, que de pronto se encontrará con la constante visita de seres espirituales que le mostrarán un camino en el que todas sus preguntas finalmente encontrarán respuesta. Mas para ello será preciso que entre a trabajar en una escuela para hijos de hombres poderosos...
Las mellizas Sophy y Toni parecieran estar hechas la una para la otra. Nada más alejado de la verdad, al menos para Sophy, quien durante la infancia mostrará no sólo cuán distintas son, sino además el nacimiento de una obsesión por la “truculencia”, es decir, una afición por un indefinible lado oscuro. Durante sus años escolares ambas sorprenden a todo el mundo debido a su prodigiosa inteligencia, sobre todo Toni, de la cual auguran los más prometedores escenarios. Sin embargo un día Toni decide ir a Londres, y cuando después de varios día no regresa y es buscada incansablemente, se sabe que radica en Afganistán, sin sospechar lo que hace en semejante sitio. Entonces Sophy, un tanto celosa de la audacia de su hermana, decide perder su virginidad con un camionero, sólo para conocer la “gran experiencia del sexo”, y posteriormente abandona la casa paterna para vivir su propia vida. Comienza a trabajar en una agencia de viajes que no le exige grandes esfuerzos intelectuales mientras mantiene una relación llena de inercia con Roland Garret, un papanatas mimado por su madre. Eso hasta que en una discoteca conoce a Gerry, en quien sospechará haber encontrado a su alma gemela. Cuando se da cuenta de que Gerry es un ladrón que cada tanto da un golpe con su amigo Bill, decide convencerlos de que si olvidan la mediocridad de sus vidas de ladronzuelos y secuestran al hijo de algún personaje importante no necesitarán cometer más fechorías nunca. Es así que enfocan sus miras en la escuela en la que trabaja Matty...
Nos encontramos a un par de viejos: el librero Sim Goodchild que había conocido a las mellizas en su niñez, y al ambiguo profesor Bell, quien convence a Sim para que conozca a una especie de místico que podría cambiar su concepción de la vida. Acuden al parque en el que el viejo Pedigree, aún sometido a sus pasiones por los niños, consigue escapar de Matty, quien no ceja en “salvarlo" de sus inclinaciones. Los tres van a un sitio en el que juntan sus manos en la oscuridad para emitir una especie de plegaria y Sim experimenta una sensación desconocida, casi sobrecogedora, llena de una extraña “expansión” proveniente de él mismo. Días después planean otra sesión, en la que Matty espera que sí acuda Pedigree para salvarlo, pero entonces ocurre un atentado con bomba en la escuela en la que Matty trabaja y se provoca un aterrador incendio. El ciclo se cumple y Matty muere envuelto por las llamas, no sin antes salvar a un niño que iba a ser secuestrado, cumpliendo con ello la primera parte de su objetivo, según lo que los espíritus le habían dicho. Y la segunda, salvar a Pedigree, la cumple ya muerto, cuando lo encuentra en el parque en el que da rienda suelta a sus inclinaciones. Pedigree es llevado a un lugar acogedor y desconocido, lleno de un fulgor radiante, en el que a pesar de la liberación y felicidad, grita aterradoramente. El cuerpo sin vida del viejo Pedigree, queda tirado en el parque, para rabia del vigilante que desde lejos comienza a fustigarlo con insultos…

La oscuridad visible es una novela oscura, inquietante, divertida por momentos, en la que convive una especie de mesianismo contrapuesto a la psicología del perfecto terrorista: el exceso de ideas en medio de una absoluta vacuidad interior, malograda gracias al convencimiento de un objetivo en la vida por parte Matty, de quien menos se sospecharían grandes hazañas.