Mostrando entradas con la etiqueta O’Brien. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta O’Brien. Mostrar todas las entradas

viernes, 28 de marzo de 2014

El tercer policía, de Flann O'Brien


El tercer policía (The Third Policeman, 1967) de Flann O'Brien

El protagonista es un huérfano que recibe en herencia una granja y un bar que jamás ha dejado ganancias. Está interesado en de Selby, un teórico ficticio que enarbola peregrinas hipótesis acerca de la existencia, las cuales, sin embargo, no carecen de cierto encanto pese a su lógica demente. Y el protagonista, que jamás recordará su propio nombre, asocia cada una de sus vivencias con algún pasaje de de Selby, de quien además pretende convertirse en el mayor estudioso.

A los veinte varios años regresará a la granja paterna tras haber concluido sus estudios en un internado. Sin embargo, una noche, mientras "ensanchaba su mente" en un sitio del que no sabremos más detalles, consigue que le rompan la pierna izquierda en seis sitios distintos, por lo que en adelante usará una de madera. Finalmente regresa a casa, con bolsas de equipaje en ambas manos, y se encuentra con Divney, el sujeto que administra tanto la granja como el bar de sus padres. En vista de que el legítimo dueño por fin ha vuelto, Divney al principio hace finta de irse, pero al final se queda y sigue administrando el bar y empinando el codo cada vez que puede, lo cual sucede muy a menudo. No obstante ser el dueño de todo, el narrador permite que Divney se quede y él se pone a escribir lo que pretende será el mayor estudio crítico sobre de Selby.

Los años pasan y poco a poco, Divney le inocula la idea de la pobreza que ambos padecen y, más tarde, la solución a todos sus problemas: robar y asesinar al viejo Mathers, de cuya caja negra de caudales Divney especula que podrían obtener una buena recompensa monetaria. La idea cuaja después de varios meses, sin que él mismo sepa explicar cómo, y ambos emprenden el plan: en una tarde neblinosa y conspiradora, Divney golpea por detrás el malhadado cráneo de Mathers con una bomba de bicicleta, y él mismo lo remata hundiéndole la mandíbula con una pala en repetidas ocasiones, aunque sólo en la primera se escucha el sonido característico de nuez rota. Divney, ayudado por la niebla, desaparece. Pero regresa al cabo de un tiempo y desde entonces él y Divney se volverán inseparables, al grado de compartir incluso la cama, cosa incomodísima para ambos, y de dar a todo el mundo la idea de una amistad ejemplar.

Cuando después de algunos meses Divney decide que es el momento de ir por la caja negra de caudales, cuyo paradero ha mantenido en secreto, comenzará el demoniaco descenso a un laberinto sin salida para el protagonista, quien en su búsqueda de la caja negra deberá afrontar a dos policías sumamente corteses y desconcertantes, quienes le mostrarán un mundo de paradojas desquiciantes, perspectivas imposibles, secretos infinitesimales, bicicletas seductoras… un mundo en constante renacimiento y cernido sin cesar por una amenaza inquietante, cuya virtud de repetición eterna sólo se verá clarificada con la aparición del misterioso tercer policía…

Tras manosear así la trama de la novela, si bien traté de evitar algún spoiler que la arruinara, sólo puedo agregar que El tercer policía es una delirante obra maestra, tanto de la imaginación como del lenguaje. Flann O’Brien —es decir, de Brian O’Nolan, que es como en realidad se llamaba— no deja descanso al lector, que cada tanto se sorprende, como me sucedió varias veces a mí, entre arrebatos febriles y risitas histéricas, y ya suele ser muy tarde cuando uno se percata de que las tierras de la cordura han sido abandonadas desde hace largo tiempo. Tal vez por ello mi sorpresa cuando supe que, aunque El tercer policía había sido escrita entre 1939 y 1940, no se publicó sino hasta 1967, un año después de la muerte de Flann O’Brien, es decir, de Brian O’Nolan. Nadie quería publicar una obra genial. Y eso, queramos o no, da mucho qué pensar.

lunes, 19 de diciembre de 2011

En-Nadar-dos-pájaros, de Flann O’Brien


Al inicio de En-Nadar-dos-pájaros, un joven universitario con una manifiesta tendencia a la haraganería, emprende una reflexión acerca de la literatura, tal como se ha conocido hasta sus días:

«Tras haber colocado en mi boca pan suficiente para masticar tres minutos, deseché mis poderes de percepción sensorial y me retiré a la intimidad de mi mente, asumiendo mis ojos y mi rostro una expresión ausente y absorta. Reflexionaba sobre el tema de mis actividades literarias de los ratos de ocio. Que un libro tuviese un principio y un final era una cosa con la que yo no estaba de acuerdo. Un buen libro puede tener tres aperturas completamente distintas e interrelacionadas tan solo por la presencia del autor, o en realidad cien veces otro tanto de finales.»

Así es como Flann O’Brien (pseudónimo de Brian O’Nolan) comienza su primera novela En Nadar-dos-pájaros (At Swim-Two-Birds, 1939), y que según muchos será también la más original dentro de su extravagante y poco numerosa obra. Es decir, inicia con una especie de tesis o boceto de lo que seguirá en las siguientes páginas: una historia aparentemente insustancial, basada en Buile Suibhne, un viejo texto gaélico que se remonta al siglo IX en donde se menciona que En Nadar-dos-pájaros es un sitio cuasi mitológico ubicado en el centro de Irlanda, y que además fungirá como esqueleto satírico del texto de O'Brien, el cual a su vez será el contenedor de otras historias: el joven universitario que pasa los días cavilando en la manera en que pueden ser leídos sus textos y vertiendo ingentes cantidades de cerveza oscura dentro de su organismo en compañía de otros jóvenes, o bien, recostado en su cama, y fastidiando con ello a su honrado tío, que no concibe la vida sin una buena dosis de actividad física.

Y así también, en una espiral metaficcional, veremos al mismo tiempo los rumbos de sus textos, en los que se habla de otro escritor que busca crear personajes que discurrirán por varios temas que, pese a ser vistos desde la tradición gaélica, atañen también al resto de la humanidad: fábulas que cuestionan la visión tradicionalista merced a la dudosa moral que ostentan, historias sin más pretensión que mostrar el absurdo de una conversación cotidiana entre seres arrancados de diversos barrios irlandeses y que en sus galimatías muestran una suerte de parálisis o de sonambulismo, aunque sin llevar dicha espiral de experimentación como una bandera, sino más bien como una consecuencia lógica de su tendencia hacia la creación de personajes y situaciones, tal como sucede con la apuesta que hace el Puca Mcphellimey –una suerte de demonio irlandés cuya principal característica es la exquisita cortesía con la que trata a quienes le rodean, además de una vocación por el pacifismo– jugando al póquer con un hado bueno, incorpóreo y algo presuntuoso, para ver quién puede influir de mejor forma en el alma de un recién nacido.

O’Brien escribe a través de la lente del caricaturista –si bien con un trasfondo melancólico e implacable– para cuestionar a la literatura desde sus cimientos al proponer una muchedumbre de caminos para andar y desandar sobre el propio concepto de novela; pero también para cuestionar desde adentro a la propia cultura irlandesa, excavando entre las rocas de la tradición oral y la mitología, y ya encarrerados, para denunciar de manera tragicómica la inercia autodestructiva no sólo de su sociedad durante la primera mitad del siglo XX, tan llena de nacionalismos ramplones e infecundos, sino de la sociedades europeas, en las que ya germinaban los fascismos con fuerza incontenible. Libro imprescindible para cualquier amante de la literatura irlandesa.