lunes, 14 de octubre de 2013

El reloj de arena, de Danilo Kiš


En primera instancia El reloj de arena (Peščanik, 1972) más que una novela parece un espejismo: como si Danilo Kiš hubiese buscado desarrollar, a través de la fragmentación, un experimento formal agrupando diferentes estilos de narrativa sin un tema subyacente de fondo con el que pudiera sospecharse una unidad. Así tenemos que las secciones “Cuadros de viaje”, “Notas de un loco", "Instrucción” y “Audiencia del testigo” guardan una personalidad singular que el lector tardará varias decenas de páginas en asociar con la oscura y pesadillesca historia de E. S., un inspector ferroviario judío ya en el retiro (personaje muy probablemente inspirado en la figura de su padre) que no se explica la reducción en su pensión, y cuyo fatal destino será un campo de concentración en donde sólo le aguardará la muerte, o al menos eso es lo que el lector infiere al final de la novela sin que haya habido necesidad de que Kiš lo dejara totalmente claro.

Pese a la temática, Danilo Kiš nos hace el gran favor de evitar sentimentalismos o dramones baratos, incluso por momentos pareciera que un extraño tufo de humor negro emana de las páginas de la novela, como en el fragmento en el que el "loco" reflexiona acerca de la disparidad de la ley de gravedad de Newton con relación a la materia normal y a la materia fecal, como si esta última estuviera proscrita de las leyes de la física. Pero también hay un aire laberíntico-onírico que resulta protagonista sobre todo cuando se trata de la "Instrucción", cuando los inquisidores alumbran la historia de E. S. desde muchos ángulos —algunos incluso más cercanos a la voz de una supuesta conciencia, como al preguntar, no sabemos a quién, acerca de lo que pensaba o lo que soñaba E. S. en determinada situación, otros más en el tono de un típico interrogatorio judicial— quizás con el objetivo de hacerlo trastabillar, de llevarlo hacia contradicciones que sólo servirán para depositarlo más pronto en la incertidumbre de su destino.

Y como E. S. está muy lejos de ser un héroe, llegará a su destino sin retrasos, sin gloria, sin grandes episodios —salvo acaso algún sueño en el que una jauría de perros lo persigue y que bien podría ser el significativo preludio de todo lo que le sobrevendrá; o aquel otro de no menos oscuro significado en el que se ve a sí mismo chapoteando en un fango de mierda que le llega hasta las rodillas— que marquen su vida.

No obstante, con el seguimiento a esa existencia casi insignificante entre la gran muchedumbre de pequeñas historias desaparecidas en los mares de los totalitarismos, tendremos en las manos una especie de sinécdoque de la historia de Europa oriental en la primera mitad de la década de 1940, con interpretaciones poco ortodoxas que voltearán completamente, como sombrillas, el significado tradicional de ciertos pasajes bíblicos, e incluso las reflexiones filosóficas e impotentes ante el eterno escollo de la dicotomía vida-muerte, con lo que los acontecimientos objetivos estarán entreverados con interpretaciones fantasiosas, vesánicas, heréticas. Así, la variedad de recursos tanto narrativos como retóricos darán forma a un aglomerado polifónico y brumoso tras el que encontraremos la que quizás haya sido la primera obra maestra en la breve aunque intensa carrera literaria de Danilo Kiš: El reloj de arena.