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domingo, 15 de julio de 2018

Armonía celestial, de Péter Esterházy



Ni siquiera logro pensar en una posible clasificación para este libro monumental. ¿Autobiografía? ¿Novela? ¿Libro familiar? Podría ser todo eso pero también todo lo contrario, porque si algo resulta notable en la prosa de Esterházy es la capacidad de convertirlo todo el literatura mediante los senderos torcidos no sólo del lenguaje, sino de las referencias históricas, familiares, bíblicas, míticas, e incluso psicológicas. Así, en la primera parte (el libro, con sus más de 800 páginas, consta de dos), el «padre» es una suerte de protagonista de todas las historias del mundo, al grado de que puede surgir la sospecha de que la intención del escritor es hacer de la figura paterna un arquetipo primordial, un Adam Cadmon articulado por todas las acciones del ser humano, desde las más bajas, hasta las más sublimes, pasando por las tiernas, las violentas, las grotescas, las naïf, las graciosas y las indignantes. 

En la segunda parte, el libro se acerca más a lo biográfico —si bien nunca podremos saber con certeza qué tan cerca llega realmente—, lo cual, en una familia como la Esterházy en Hungría, equivale a lo histórico. Es decir, el paso de un mundo aristocrático y decimonónico hacia su propia decadencia, las dos guerras mundiales y sus efectos en la familia, y las persecuciones comunistas, que tendrían su punto más álgido en un turbio episodio con el padre de protagonista precisamente, lo cual podría resumirse como el paso de la opulencia feudal a la miseria más abyecta, el paso de las actividades intelectuales y oligárquicas a labores que sólo podían hacer los peones menos espabilados. Pero en cualquier caso, un proceso narrado con las mismas armas que ya se vislumbraban desde la primera página del libro: la ironía, el humor cáustico, los extraños e hipnóticos caminos que un lenguaje lleno de malabares y guiños poéticos son capaces de abrir, y que, gracias a las musas, no se empantanan en la autocompasión o en jeremiadas y azotes en la espalda por el mundo perdido. Y al final, lo que queda claro es que esa evocación se asemeja más a un canto homérico que a una reivindicación o a un estéril intento de lavar un nombre de todos conocido en Hungría. Un intento, vamos, de convertir la historia de toda una estirpe en un mundo mítico en el que pueden caber sí, todas las tragedias y nefastos destinos, pero también todas las alegrías.

lunes, 26 de mayo de 2014

Sin arte, de Péter Esterházy


Sin arte (Semmi művészet, 2010)

Con un estilo ameno y, digámoslo así, «tabernero», Péter Esterházy narra, en un libro entre biográfico y ficcional, la curiosa relación con su madre, quien tiene la inesperada particularidad de amar al fútbol por sobre todas las cosas, al grado de haber fungido como una suerte de musa (o incluso amante, como deja entrever en ciertas páginas) para el mítico Ferenc Puskás y otros jugadores de la generación dorada de Hungría, y de anhelar que su hijo, el pequeño Péter, fuera un gran futbolista, aunque manteniendo una perfecta objetividad en cuanto él demuestra su mediocridad para jugar el deporte más venerado del planeta. Esterházy toma como pretexto la vida de su madre —con un ligero atisbo a su padre, a quien ha dedicado los libros Armonía celestial y Versión corregida— para mostrar, de forma paralela y como una especie escenario lúgubre, un retrato de la Hungría comunista, en donde los antiguos aristócratas (como la propia familia de Esterházy) debían trabajar como obreros, y a veces incluso en el exilio, con tal de obtener el pan. Pese a todo, las referencias cinematográficas, históricas, literarias, pero sobre todo, el humor ácido —emboscado en los rincones más inesperados de la novela—, impiden que el libro llegue a ser trágico o dramático por completo, inclusive cuando se relata la paliza que propina la policía secreta al melancólico y etílico padre, por lo que la prosa de Esterházy a veces pareciera la narración digresiva de un beodo encontrado al azar, cosa que, sin embargo, no es necesariamente un desacierto, sino quizás un elemento apropiado para esta —al menos en mi caso— introducción al mundo de Esterházy justo antes de abordar el abultado Armonía celestial.