martes, 10 de abril de 2012

El destino del barón Von Leisenbohg, de Arthur Schnitzler


La traición inexplicable, los amores desgraciados o carentes de esperanzas y los destinos fatalmente inexorables, son los principales hilos conductores en El destino del barón Von Leisenbohg, volumen de catorce relatos –seleccionados y traducidos por Berta Vias Mahou para la edición de Acantilado– que muestran un panorama de las principales obsesiones de Arthur Schnitzler a través de un periodo de casi cuarenta años (de 1889 a 1927), con lo que se puede abarcar casi la totalidad de los años creativos de uno de los escritores más atípicos que surgieran en el imperio austro-húngaro.

Pero aunque los temas pudieran parecer convencionales, Schnitzler los lleva a una suerte de estratósfera psicológica, y así, la típica situación de un trío amoroso, llevará la sospecha de una traición a callejones sin salida, tal como sucede en "El otro", en el que juega con la aparente vida inmaculada de una mujer que muere siendo aún muy joven y dotando a su esposo, no sólo del dolor de la pérdida, sino de la sospecha terrible y estéril de que seguramente le fue infiel sin que él supiera nada sino cuando ya es imposible hacer algo al respecto; o como en "El viudo", relato emparentado con el anterior, aunque ahí la tragedia reside en una suerte de laberinto de traiciones, ya que la mujer tan amada no sólo parece haber sido infiel, sino que además lo fue con el amigo más querido del desdichado protagonista, quien, pese a todo, está dispuesto a perdonar una felonía hecha por amor, y está convencido de que no dejará notar su conocimiento de la situación, si bien la inesperada frivolidad de su amigo provoca un estallido que ni siquiera él habría podido prever.

Destaca en el conjunto "El ciego Gerónimo y su hermano", parábola acerca de la amistad y confianza entre dos hermanos condenados a la mendicidad gracias a que Gerónimo, durante su infancia, pierde la vista a consecuencia de un juego perpetrado por su propio hermano, quien a partir de ese punto, se sentirá obligado a permanecer con Gerónimo para siempre. Con los años Gerónimo consigue el sustento de ambos cantando y tocando una guitarra, y todo parecerá encaminado hacia una rutina sin grandes sobresaltos pese a la constancia de los viajes. Sin embargo, un mal día se encontrarán con un viajero que sembrará la duda y la suspicacia entre el ciego Gerónimo, que cree ser engañado, y su hermano, que se da cuenta de que el viajero sólo derramó un vaso ya colmado de sospechas ancestrales con su extraña broma.

En "La predicción" y "El destino del barón Von Leisenbohg" que da nombre al volumen, Schnitzler muestra a dos hombres marcados por su destino, aunque por un lado, el protagonista buscar escapar infructuosamente de una fatalidad que parece pisarle los talones; mientras que en el segundo caso sólo fungirá como la víctima propiciatoria de un sacrificio de amor merced a sus deseos cotidianamente insatisfechos.

Un par de excéntricos ejemplos de la venganza se pueden encontrar en "Obras de caridad, con discreción y de buena fe", relato en el que un estudiante vindica su propio orgullo ante el hombre que se apiadara de su mísera situación, y en "La muerte del soltero", en el que tres hombres descubren que en distintos momentos portaron las deshonrosas marcas de los cornudos y lo que es peor: lo descubren cuando ya no hay posibilidad de tomar cartas en el asunto. El cambio que se va operando en las certezas de cada personaje será una memorable muestra de la agudeza psicológica de Schnitzler.

El último relato de la colección, titulado "Yo", es un alegre y terrible descubrimiento de la complejidad de las cosas y su intrínseca relación con los nombres, lo cual orillará al protagonista a forzar a la obviedad que nace de la costumbre hacia los peligrosos terrenos de la locura.

Al final de El destino del barón Von Leisenbohg tendremos un estudio minucioso y no pocas veces deslumbrante de cómo la vida de los seres humanos puede estar entreverada por la muerte, la locura, la venganza, el amor, la fatalidad y otros matices de la existencia, ceñidos, eso sí, con la cuerda de un humor punzante que permanecerá al acecho del lector en los recodos de los relatos, y que los más desavisados podrán confundir muy fácilmente, debido a sus ropajes de ambigüedad, con algo parecido al drama.