Una tarde de abril de 1880 un editor recibe la visita de un hombre excesivamente “amable y suave” a pesar de su gran corpulencia y gallardía. El hombre le deja el manuscrito de una novela de la que dice ser él mismo un gran protagonista, aunque con nombre velado, para ver si puede ser publicable.
Así, el editor se enfrasca en la lectura del texto Un drama de caza, que narra principalmente la relación entre el conde Alexei Karnieiev y el juez de instrucción Sergei Petrovich Kamichev, sobre todo a partir de las juergas que viven juntos, en las que sale a relucir la vida del conde, un hombre prematuramente envejecido por su afición al vodka y que además derrocha cuantiosas fortunas, generando con ello y con su pusilanimidad una invencible repulsión en el propio Kamichev, a quien no obstante él ve como a un hermano. Durante una de esas juergas en las tierras del conde, Kamichev conoce a Olenka, quien además de ser la hermosa hija de un guardabosques hundido en la locura, pronto se casará con uno de los empleados del conde: el viejo y tosco, aunque puro de corazón, Urbenin, que se ha enamorado de Olenka como si fuera un colegial. Asimismo caerá enamorado de ella Kamichev, aunque se dará cuenta tiempo después, cuando la boda sea ya inevitable.
Y es justo allí cuando la trama se desata, porque Olenka de pronto se percata de que quizá se precipitó al casarse con un viejo sin aspiraciones, algo que sí se podría encontrar con el conde Karnieiev, quien además de su título nobiliario tiene dinero. De esta manera, no tardará mucho en odiar a Urbenin, al grado de calumniarlo en repetidas ocasiones, hasta lograr que el conde lo despida y tenga que ir con sus dos hijos y su miseria a la ciudad. Y así una noche llega a la casa del conde diciendo que Urbenin la ha golpeado. Kamichev, que conoce la honestidad de Urbenin, intuye la mentira de Olenka y se desespera cuando ella, a pesar de amarlo a él, decide quedarse en la mansión del conde y convertirse así en la amante de ese ser repulsivo.
Por otro lado estaba la bella Nadienka, a quien Kamichev había cortejado no hacía mucho tiempo, pero que después había cortado relaciones con ella sin que hubiera una palabra de por medio entre ellos, y que se debía simplemente a que el orgullo de Kamichev se sintió ofendido cuando los padres de Nadienka ya lo daban por yerno, sin que él les hubiera dicho nada al respecto. Desde ese momento Kamichev se olvida de Nadienka, aunque al mismo tiempo guarda para ella un cariño de amistad. Sin embargo, después de su decepción, Nadienka tratará de darle una lección a Kamichev casándose con el conde, arguyendo que ella hará que cambie y ya no dilapide su aún cuantiosa fortuna y de quien espera que pedirá su mano en una velada en los bosques de su propiedad.
Sin embargo, esa noche mientras Kalenin, el padre de Nadienka, comienza un brindis como prefacio para el acto de pedir la mano de la joven, de pronto llega una calesa con la esposa del conde, con quien contrajo matrimonio durante una juerga en Polonia. Semejante noticia provoca intensos desaguisados en los asistentes, como el intento de suicidio de Nadienka, y un crimen del que saldrá muerta Olenka. Kamichev, entonces hará su labor de juez de instrucción para investigar los hechos y con el transcurso de varios días llega a la lógica, aunque también improbable conclusión de que el asesino fue Urbenin, instigado por los celos, la desesperación, la miseria y el alcoholismo. Y hacia allá dirige sus reflexiones, intentando, a juicio del editor, que va dejando notas al pie del texto, esconder su presencia de los hechos. Urbenin pasará varios años en prisión a pesar de haberse declarado siempre inocente, y Kamichev tendrá que vivir en adelante con el conde Karnieiev cuando, en plena decadencia, pierda todo lo que tenía a manos de su esposa y el hermano de ésta.
Después de la lectura de la novela, Kamichev se reunirá aún con el editor, quien habrá descubierto el secreto del crimen, aunque de poco le servirá frente al cinismo de Kamichev, que de esa forma se despedirá no sin antes mostrarle la lastimosa figura del conde a través de la ventana.
Un drama de caza (1884), de Antón Pávlovich Chéjov, además de ser una novela que muestra la decadencia de una sociedad que no tardará mucho en sucumbir, también discurre, no sin una pizca de humor, en turbulencias amorosas y el misterio de un crimen pasional, todo a través de una sorprendente estructura que Chéjov ideó apenas a los 24 años de edad, con lo que se veía ya la clase de escritor que sería en los años venideros.
Así, el editor se enfrasca en la lectura del texto Un drama de caza, que narra principalmente la relación entre el conde Alexei Karnieiev y el juez de instrucción Sergei Petrovich Kamichev, sobre todo a partir de las juergas que viven juntos, en las que sale a relucir la vida del conde, un hombre prematuramente envejecido por su afición al vodka y que además derrocha cuantiosas fortunas, generando con ello y con su pusilanimidad una invencible repulsión en el propio Kamichev, a quien no obstante él ve como a un hermano. Durante una de esas juergas en las tierras del conde, Kamichev conoce a Olenka, quien además de ser la hermosa hija de un guardabosques hundido en la locura, pronto se casará con uno de los empleados del conde: el viejo y tosco, aunque puro de corazón, Urbenin, que se ha enamorado de Olenka como si fuera un colegial. Asimismo caerá enamorado de ella Kamichev, aunque se dará cuenta tiempo después, cuando la boda sea ya inevitable.
Y es justo allí cuando la trama se desata, porque Olenka de pronto se percata de que quizá se precipitó al casarse con un viejo sin aspiraciones, algo que sí se podría encontrar con el conde Karnieiev, quien además de su título nobiliario tiene dinero. De esta manera, no tardará mucho en odiar a Urbenin, al grado de calumniarlo en repetidas ocasiones, hasta lograr que el conde lo despida y tenga que ir con sus dos hijos y su miseria a la ciudad. Y así una noche llega a la casa del conde diciendo que Urbenin la ha golpeado. Kamichev, que conoce la honestidad de Urbenin, intuye la mentira de Olenka y se desespera cuando ella, a pesar de amarlo a él, decide quedarse en la mansión del conde y convertirse así en la amante de ese ser repulsivo.
Por otro lado estaba la bella Nadienka, a quien Kamichev había cortejado no hacía mucho tiempo, pero que después había cortado relaciones con ella sin que hubiera una palabra de por medio entre ellos, y que se debía simplemente a que el orgullo de Kamichev se sintió ofendido cuando los padres de Nadienka ya lo daban por yerno, sin que él les hubiera dicho nada al respecto. Desde ese momento Kamichev se olvida de Nadienka, aunque al mismo tiempo guarda para ella un cariño de amistad. Sin embargo, después de su decepción, Nadienka tratará de darle una lección a Kamichev casándose con el conde, arguyendo que ella hará que cambie y ya no dilapide su aún cuantiosa fortuna y de quien espera que pedirá su mano en una velada en los bosques de su propiedad.
Sin embargo, esa noche mientras Kalenin, el padre de Nadienka, comienza un brindis como prefacio para el acto de pedir la mano de la joven, de pronto llega una calesa con la esposa del conde, con quien contrajo matrimonio durante una juerga en Polonia. Semejante noticia provoca intensos desaguisados en los asistentes, como el intento de suicidio de Nadienka, y un crimen del que saldrá muerta Olenka. Kamichev, entonces hará su labor de juez de instrucción para investigar los hechos y con el transcurso de varios días llega a la lógica, aunque también improbable conclusión de que el asesino fue Urbenin, instigado por los celos, la desesperación, la miseria y el alcoholismo. Y hacia allá dirige sus reflexiones, intentando, a juicio del editor, que va dejando notas al pie del texto, esconder su presencia de los hechos. Urbenin pasará varios años en prisión a pesar de haberse declarado siempre inocente, y Kamichev tendrá que vivir en adelante con el conde Karnieiev cuando, en plena decadencia, pierda todo lo que tenía a manos de su esposa y el hermano de ésta.
Después de la lectura de la novela, Kamichev se reunirá aún con el editor, quien habrá descubierto el secreto del crimen, aunque de poco le servirá frente al cinismo de Kamichev, que de esa forma se despedirá no sin antes mostrarle la lastimosa figura del conde a través de la ventana.
Un drama de caza (1884), de Antón Pávlovich Chéjov, además de ser una novela que muestra la decadencia de una sociedad que no tardará mucho en sucumbir, también discurre, no sin una pizca de humor, en turbulencias amorosas y el misterio de un crimen pasional, todo a través de una sorprendente estructura que Chéjov ideó apenas a los 24 años de edad, con lo que se veía ya la clase de escritor que sería en los años venideros.
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