A mediados del siglo XVII, un barco que navegaba desde Venecia con destino a Nápoles es interceptado por naves turcas que de inmediato harán esclavos a los tripulantes y los llevarán a Estambul para dejarlos a las órdenes del sultán del imperio otomano. Entre los esclavos, un joven estudioso proveniente de Empoli es requerido para que emplee sus artes científicas y cure a los enfermos tanto en el barco durante la travesía, como en la propia Estambul a petición del bajá. De hecho, es ese joven italiano quien escribe las memorias de su vida como esclavo de un hombre a quien sólo conoceremos como El Maestro, el cual tiene la particularidad de ser idéntico a él, aunque con una barba que le devora el rostro.
Con el paso de los años, El Maestro buscará aprender lo más posible de la ciencia de su esclavo y al mismo tiempo acercarse cada vez más al joven sultán para convertirse en su principal consejero e influir en las decisiones futuras del reino. Y para ello se servirá de la ayuda científica que su doble italiano le puede proveer en cuestiones de astronomía, química y medicina, sobre todo cuando una epidemia de peste se desata en Estambul, dejando una gran mortandad. Después de ello, y tras el éxito de su metodología, El Maestro conseguirá influir en el ánimo del sultán y obtendrá el suficiente apoyo financiero para crear la más mortífera de las armas militares, una que lleve el infierno a sus enemigos y consagre la investigación científica a niveles nunca antes alcanzados.
Con el paso de los años, El Maestro buscará aprender lo más posible de la ciencia de su esclavo y al mismo tiempo acercarse cada vez más al joven sultán para convertirse en su principal consejero e influir en las decisiones futuras del reino. Y para ello se servirá de la ayuda científica que su doble italiano le puede proveer en cuestiones de astronomía, química y medicina, sobre todo cuando una epidemia de peste se desata en Estambul, dejando una gran mortandad. Después de ello, y tras el éxito de su metodología, El Maestro conseguirá influir en el ánimo del sultán y obtendrá el suficiente apoyo financiero para crear la más mortífera de las armas militares, una que lleve el infierno a sus enemigos y consagre la investigación científica a niveles nunca antes alcanzados.
Entonces un cambio se irá operando en los "gemelos": mediante la escritura autobiográfica, ambos emprenderán una exploración implacable en sus secretos más oscuros y se comenzará una lenta e inexorable implantación de los recuerdos de uno en la psique del otro, hasta que ambos optarán por vivir la vida de su doble, encarnando y entrecruzando así, en una especie de sinécdoque, los rasgos de dos culturas que, pese a estar lejanas tanto geográfica como ideológicamente, al final se encuentran con más similitudes de las esperadas.
Quizás lo más llamativo de El castillo blanco (Beyaz Kale, 1985), tercera novela de Orhan Pamuk, es la exploración que hace en uno de los tópicos más recurrentes en la literatura: la identidad y el doble. El laberinto psicológico en el que deposita al amo y al esclavo, un laberinto en el que ambos cambian de rol constantemente (el amo se vuelve esclavo y viceversa) y que no pocas veces roza los límites de lo onírico y lo demencial, en particular cuando ambos parecen obsesionados con encontrar la esencia de la estupidez humana. Las pequeñas maldades y pecados del hombre entonces representarán ese recipiente que nos contiene a todos los seres humanos por igual, sin importar filosofías, religiones o guerras que, a final de cuentas, significarán cambios meramente históricos o geográficos, pero que distarán mucho de resolver ese enigma ancestral.
Quizás lo más llamativo de El castillo blanco (Beyaz Kale, 1985), tercera novela de Orhan Pamuk, es la exploración que hace en uno de los tópicos más recurrentes en la literatura: la identidad y el doble. El laberinto psicológico en el que deposita al amo y al esclavo, un laberinto en el que ambos cambian de rol constantemente (el amo se vuelve esclavo y viceversa) y que no pocas veces roza los límites de lo onírico y lo demencial, en particular cuando ambos parecen obsesionados con encontrar la esencia de la estupidez humana. Las pequeñas maldades y pecados del hombre entonces representarán ese recipiente que nos contiene a todos los seres humanos por igual, sin importar filosofías, religiones o guerras que, a final de cuentas, significarán cambios meramente históricos o geográficos, pero que distarán mucho de resolver ese enigma ancestral.