Mientras Berlioz y el joven poeta Iván Ponirev, cuyo seudónimo era Desamparado, charlan en un banco de “Los Estanques del Patriarca” acerca de un poema en el que Cristo debía ser tratado como un mito vulgar, de pronto se les acerca un desconocido que, bajo el nombre de Voland, un enigmático profesor o consejero alemán, les habla de cosas absurdas, como que los hombres no sólo son irremediablemente mortales, sino que además son mortales de repente, con lo que resultan risiblemente incapaces de regir ningún otro destino, ya no digamos el propio. Como ejemplo decide poner la propia muerte de Berlioz, a quien asegura que una mujer le cortará la cabeza en el momento menos pensado. Les cuenta la “verdadera” historia del encuentro entre Poncio Pilatos y Cristo, a quien ellos se empeñan en asegurar que nunca existió, y más tarde, cuando los dos literatos están sumamente alterados por la plática cada vez más extraña del profesor Voland, descubrirán que en ningún momento mintió, porque en efecto, Berlioz es atropellado por un tranvía que lo decapita con una de sus ruedas, el cual además era conducido por una mujer.
¿Y quién es ese Voland? Nada menos que el propio Satanás, quien ha llegado a Moscú para su gran baile de plenilunio de primavera, el cual siempre coincide con los ardientes días de la Pascua. Aunque esta vez además coincidirá con los primeros años de la época estalinista, con lo que quienes traten con él, tratarán de convencerse de que es apenas un hipnotista de gran talento y no el Maligno en persona. Parece un “extranjero” de aspecto excéntrico, con la particularidad de tener un ojo verde sumamente animado, capaz de llegar al fondo de las almas, y otro negro y apagado, como el fondo de un pozo.
A partir de ese momento, Voland y su séquito de demonios siembran el caos y la confusión entre los ciudadanos moscovitas a través de incendios y otros pequeños incidentes, pero más notablemente gracias a un espectáculo que montan en un teatro, y que tiene como consecuencia el encierro en el manicomio de mucha gente respetable, desapariciones misteriosas de otros tantos, y escenas grotescas o libertinas instigadas por un enorme gato negro a quien llaman Popota, y que anda sobre sus patas traseras como cualquier ciudadano, o por Fagot, un larguirucho y atiplado sujeto que discurrirá siempre con unos impertinentes rotos.
Por otro lado, durante su estadía en el manicomio tras el desafortunado encuentro con Voland, el poeta Desamparado conocerá a un escritor que le confesará estar allí por el mismo motivo que él: por Poncio Pilatos, de quien escribió una novela (la misma historia que les contara Voland en “Los Estanques del Patriarca”), en la que lo reivindica como el héroe que habría cambiado la forma en que vemos a Jesús. Sin embargo, confiesa también que está allí por propia voluntad, ya que sus nervios comenzaron a extraviarse tras el rechazo de su novela en los círculos del MASSOLIT, del que fuera director general el fenecido Beriloz. Le hablará además de Margarita, su amante, quien pese a estar casada vivió con él una intensa historia de amor hasta que él decidió abandonarla por sospechar su falta de lucidez mental y arrastrarla con él hacia la locura y la perdición.
Pero Margarita no encuentra reposo ante la ausencia del maestro, y entonces, tentada por uno de los demonios del séquito de Voland, decide hacer todo lo que éste le pida con tal de merecer el favor de que los reúna en algún momento. Y así se convertirá en bruja, llevará a acabo una serie de pequeñas venganzas contra ciertos críticos literarios del MASSOLIT y finalmente fungirá como la reina en el Baile de Satanás, en el que toda una multitud de almas condenadas se desviven por hacerse notar ante ella, y que acaso interceda para que finalice el castigo que les impone el príncipe de las tinieblas. Al final Voland quedará tan complacido con Margarita que le concederá su deseo y la reunirá con el maestro, sin importar incluso la llegada de la muerte.
Finalmente, la historia de Poncio Pilatos, será la tercera vertiente de la trama de la novela a través de una versión heterodoxa de la vida de Jesús (Joshuá Ga-Nozri), un filósofo errante que sostenía la peregrina idea de que la bondad reside en todos los hombres y que tenía un solo seguidor, el ex recaudador de impuestos Leví Mateo. Poncio Pilatos cree que su charla con el filósofo quedó inconclusa a causa de su ejecución, la cual no debió llevarse a cabo nunca, y esa sensación lo atormentará, hasta que decide interferir en algunos acontecimientos para que se vea su muerte como una ignominiosa traición por parte de Caifás y un joven amante del dinero: Judas de Kerioth.
El maestro y Margarita, además de ser una parábola acerca de la insignificancia de las decisiones humanas en plena época de totalitarismo racional, es también una relectura del mito de Fausto por parte de Mijaíl Bulgákov, aunque en este caso Fausto es una mujer, quien decide satisfacer, no sin cierta abnegación, cualquier cosa que Satanás le exija, con tal de reunirse con su amado hasta el fin de los tiempos. Y este Satanás, más dedicado a sacar a la luz los pecados de la gente que se dice “respetable” que a incitarla a la maldad, resulta un personaje entrañable y apto para exponer una suerte de tesis de Bulgákov, ya que en algún momento hace ver que las sombras son tan indispensables para la existencia como la propia luz, a menos que se busque lo imposible: vivir en un lugar siempre liso donde no haya cabida para la más pequeña oscuridad.
Los tres tonos que conviven en la novela (satírico, en la historia de Voland; lírico, en la del maestro y Margarita; y épico, en la de Poncio Pilatos y Jesús), además de la estructura, sumamente compleja, aunque en el lector fluye sin contratiempos, hacen de ella una obra maestra que, a juicio de varios escritores, podría sostener por sí misma la narrativa de todo el siglo XX. Eso a pesar de que se sabe que Bulgákov trabajó en El maestro y Margarita durante 12 años (de 1928 hasta 1940, año en que murió), durante los cuales incluso incineró una de las versiones y la volvió a redactar de memoria, por lo que se cree que a su muerte no estaba totalmente terminada, sino en una de las últimas revisiones.
¿Y quién es ese Voland? Nada menos que el propio Satanás, quien ha llegado a Moscú para su gran baile de plenilunio de primavera, el cual siempre coincide con los ardientes días de la Pascua. Aunque esta vez además coincidirá con los primeros años de la época estalinista, con lo que quienes traten con él, tratarán de convencerse de que es apenas un hipnotista de gran talento y no el Maligno en persona. Parece un “extranjero” de aspecto excéntrico, con la particularidad de tener un ojo verde sumamente animado, capaz de llegar al fondo de las almas, y otro negro y apagado, como el fondo de un pozo.
A partir de ese momento, Voland y su séquito de demonios siembran el caos y la confusión entre los ciudadanos moscovitas a través de incendios y otros pequeños incidentes, pero más notablemente gracias a un espectáculo que montan en un teatro, y que tiene como consecuencia el encierro en el manicomio de mucha gente respetable, desapariciones misteriosas de otros tantos, y escenas grotescas o libertinas instigadas por un enorme gato negro a quien llaman Popota, y que anda sobre sus patas traseras como cualquier ciudadano, o por Fagot, un larguirucho y atiplado sujeto que discurrirá siempre con unos impertinentes rotos.
Por otro lado, durante su estadía en el manicomio tras el desafortunado encuentro con Voland, el poeta Desamparado conocerá a un escritor que le confesará estar allí por el mismo motivo que él: por Poncio Pilatos, de quien escribió una novela (la misma historia que les contara Voland en “Los Estanques del Patriarca”), en la que lo reivindica como el héroe que habría cambiado la forma en que vemos a Jesús. Sin embargo, confiesa también que está allí por propia voluntad, ya que sus nervios comenzaron a extraviarse tras el rechazo de su novela en los círculos del MASSOLIT, del que fuera director general el fenecido Beriloz. Le hablará además de Margarita, su amante, quien pese a estar casada vivió con él una intensa historia de amor hasta que él decidió abandonarla por sospechar su falta de lucidez mental y arrastrarla con él hacia la locura y la perdición.
Pero Margarita no encuentra reposo ante la ausencia del maestro, y entonces, tentada por uno de los demonios del séquito de Voland, decide hacer todo lo que éste le pida con tal de merecer el favor de que los reúna en algún momento. Y así se convertirá en bruja, llevará a acabo una serie de pequeñas venganzas contra ciertos críticos literarios del MASSOLIT y finalmente fungirá como la reina en el Baile de Satanás, en el que toda una multitud de almas condenadas se desviven por hacerse notar ante ella, y que acaso interceda para que finalice el castigo que les impone el príncipe de las tinieblas. Al final Voland quedará tan complacido con Margarita que le concederá su deseo y la reunirá con el maestro, sin importar incluso la llegada de la muerte.
Finalmente, la historia de Poncio Pilatos, será la tercera vertiente de la trama de la novela a través de una versión heterodoxa de la vida de Jesús (Joshuá Ga-Nozri), un filósofo errante que sostenía la peregrina idea de que la bondad reside en todos los hombres y que tenía un solo seguidor, el ex recaudador de impuestos Leví Mateo. Poncio Pilatos cree que su charla con el filósofo quedó inconclusa a causa de su ejecución, la cual no debió llevarse a cabo nunca, y esa sensación lo atormentará, hasta que decide interferir en algunos acontecimientos para que se vea su muerte como una ignominiosa traición por parte de Caifás y un joven amante del dinero: Judas de Kerioth.
El maestro y Margarita, además de ser una parábola acerca de la insignificancia de las decisiones humanas en plena época de totalitarismo racional, es también una relectura del mito de Fausto por parte de Mijaíl Bulgákov, aunque en este caso Fausto es una mujer, quien decide satisfacer, no sin cierta abnegación, cualquier cosa que Satanás le exija, con tal de reunirse con su amado hasta el fin de los tiempos. Y este Satanás, más dedicado a sacar a la luz los pecados de la gente que se dice “respetable” que a incitarla a la maldad, resulta un personaje entrañable y apto para exponer una suerte de tesis de Bulgákov, ya que en algún momento hace ver que las sombras son tan indispensables para la existencia como la propia luz, a menos que se busque lo imposible: vivir en un lugar siempre liso donde no haya cabida para la más pequeña oscuridad.
Los tres tonos que conviven en la novela (satírico, en la historia de Voland; lírico, en la del maestro y Margarita; y épico, en la de Poncio Pilatos y Jesús), además de la estructura, sumamente compleja, aunque en el lector fluye sin contratiempos, hacen de ella una obra maestra que, a juicio de varios escritores, podría sostener por sí misma la narrativa de todo el siglo XX. Eso a pesar de que se sabe que Bulgákov trabajó en El maestro y Margarita durante 12 años (de 1928 hasta 1940, año en que murió), durante los cuales incluso incineró una de las versiones y la volvió a redactar de memoria, por lo que se cree que a su muerte no estaba totalmente terminada, sino en una de las últimas revisiones.