Mediante intensas emanaciones de pensamiento en las que la preponderancia está en “ver el símbolo de las cosas en las propias cosas” y no tanto en los detalles de los escenarios, apenas bosquejados en la novela, por decirlo así, “en carboncillo”, Clarice Lispector narra en Cerca del corazón Salvaje (Perto do Coração Selvagem), más que la biografía de Joana, un meticuloso viaje interior a través del alma de una mujer y su singular visión de las cosas, el cual va desde la niñez, vivida al lado de su padre, hasta su madurez como mujer, cuando finalmente escapa de todo lo que hasta entonces había significado su vida.
Cada etapa de Joana estará marcada por la relación mental, y por ende, silenciosa, con un hombre. En la niñez, además de sus juegos y las extrañas cavilaciones que inquietarán a quienes la rodeen, mostrará un pálido boceto de su madre, muerta siendo ella muy pequeña, a partir de las descripciones paternas: una mujer casi insignificante, cuyo color de piel no lograba combinar con los camisones que usaba. Más tarde morirá también su padre y Joana negará el hecho con terquedad, mas deberá vivir una relación llena de suspicacias en la fúnebre casa de sus tíos, constantemente sofocados por su inescrutable presencia, hasta que el intencional robo de un libro por parte de Joana les hace pensar en confinarla en un internado. Allí será la figura de su maestro la que tendrá una fuerte influencia en la jovencita, especialmente en dos episodios: cuando enamorada de él en plena pubertad va a su casa y conoce a su esposa, con la que mentalmente se compara, observando a detalle las diferencias entre ella, un ser que aún no había abandonado por completo la niñez, y la esposa, totalmente hecha, sinuosa y erudita en el amor; y cuando años más tarde, lo encuentra y lo ve transformado en un viejo maniático y decadente desde el abandono de su esposa.
Finalmente, en la madurez, la dicotomía entre su esposo Octavio, quien cansado de la extraña independencia mental de Joana, tendrá un hijo con otra mujer a la que terminará uniéndose; y el amante que ella misma encuentra, y cuyo aire de desamparo la seduce, no sin antes poner una barrera infranqueable entre los dos: el trato será que ninguno sabrá el pasado del otro, ni siquiera los nombres. Pero ambos la abandonarán tras cierto tiempo, y ella decidirá huir también, ya que no habrá nada que la ate, pero huye hacia un deseo hecho metáfora: el renacimiento de su alma en estado silvestre, como los caballos salvajes.