Después de un desorden psicológico del que no se nos aclaran los detalles, el maestro tallador de piedras preciosas Athanasius Pernath, hará un recorrido hacia sí mismo en una especie de regreso al mundo de los vivos tras una larga e inexplicable ausencia. De esta manera, los lugares y los rostros, otrora familiares, tendrán un cariz de oscura novedad en sus ojos: las calles de Praga, ciertos habitantes del gueto judío, la taberna en la que suelen juntarse algunos viejos amigos, y otros edificios en los que parece vivir en carne propia las leyendas más tradicionales del imaginario judío praguense, gracias a un posible encuentro con el Golem, ese ser mítico que, según la leyenda, resurge cada 33 años, y de quien Pernath cree haber recibido un libro de nombre Ibbur durante una caminata.
Asimismo, Pernath parece estar enmarañado en una trama inquietante entre el ruin buhonero Wassertrum y su hijastro, el tísico estudiante Charousek, quien dice “odiar su sangre” hasta la demencia, al grado de haber fraguado su perdición cuando Wassertrum se desempeñaba como oftalmólogo, urdir minuciosamente su suicidio y, tras fracasar, intentar seguir su alma a través de la muerte. También resultarán de suma importancia sus relaciones con el místico Hillel y su hija Miriam, aliados luminosos en un mundo invadido por la sordidez; así como el vínculo con la hermosa y noble Angelina, mujer casada con quien parece haber vivido alguna suerte de aventura pasional.
Así, el propio Pernath, atosigado por sus miedos y fantasmas, y por los sucesos que vive cotidianamente, coquetea con la idea del suicidio y comienza a preparar una especie de herencia que permita a Miriam olvidarse de los problemas del día a día; pero entonces una serie de malentendidos lo hacen sospechoso del asesinato de un probable pedófilo, y entonces deberá pasar varios meses en prisión, atormentado por el posible desenlace de esos acontecimientos que en su mente se mezclan sin cesar con siniestras pesadillas.
Más que la historia en sí, diluida en una serie de acontecimientos que parecen lejanamente conectados, lo que más llama la atención de El Golem (1915), de Gustav Meyrink, es la profunda exploración de un lenguaje onírico y oscuro, gracias al cual en cada momento parece estar a punto de suceder algo terrible y fatal, lo que en realidad nunca pasa. Es decir, el ambiente pesadillesco es el verdadero protagonista del libro, lo cual explica que desde su aparición se haya clasificado como una novela gótica, aunque no exista propiamente un castillo o vieja casona cuyo misterio resulte fundamental para el desarrollo de los acontecimientos. Así que los amantes de las historias de terror seguramente tendrán una sensación de ausencia cuando pasen la última página de El Golem, aunque no saldrán con las manos vacías si lo que buscan es un imaginario retorcido, gracias a las febriles y tenebrosas imágenes que abundan en este clásico de Meyrink.