lunes, 8 de septiembre de 2008

El sueño de los héroes, de Adolfo Bioy Casares



¿Cómo redimir una intuición, algo que no es tan evidente ni siquiera para uno mismo? ¿Cuáles son los límites con los que se distingue la prudencia de la cobardía? ¿Es acaso posible mirar de soslayo al propio Destino, es decir, sustraerse a Él? Durante la tercera noche del carnaval de 1927 algo sucede, un hecho que Emilio Gauna, sumido entre los vapores del alcohol y la exaltación, apenas logra vislumbrar. El amor desconocido; es decir, la máscara del Armenonville y el amanecer en el bosque son las imágenes que se superponen al resto de las vivencias de aquella noche; dos claves que poco a poco él irá convirtiendo en objetos mágicos, maravillosos, obtenidos y perdidos casi en el mismo momento, cargados de un significado misterioso que, después de tres años, en el carnaval de 1930, por fin será capaz de comprender.

A partir de aquella experiencia, Gauna se relaciona con Clara (hija del brujo Taboada), quien será un factor fundamental para que el Destino de Gauna se cumpla con puntualidad: es ella quien lo salva de la “primera culminación”, y es ella también quien propicia que Gauna busque reivindicar su “hombría” al colocarlo en un papel casi “femenino”, cuando lo traiciona saliendo con Baumgarten. Secretamente, Gauna piensa en lavar su honor con una pelea en apariencia inmotivada. Sin embargo, Serafín Taboada, el brujo, con métodos velados y sibilinos, tratará de hacerle ver la ambigüedad del futuro y de la valentía, la inutilidad de convertirse en “otro” doctor Valerga.

Al morir el brujo, Gauna regresa con renovado interés a la obsesión de aquella noche escurridiza de 1927, y además cuenta con la ayuda de un azar disfrazado: gana en las carreras, igual que en aquella ocasión, y ante el descubrimiento innegable, deslumbrante, de su Destino, decide recuperar ese pasado. Recorre con los muchachos y el doctor Valerga los mismos lugares recorridos tres años antes y comienza a completar de forma mediocre el rompecabezas de sus recuerdos. Es así que cuando llega el momento de encontrarse con Clara; es decir, con la máscara del Armenonville, como pasara tres años antes, Gauna se retira despechado hacia el bosque con Valerga y los otros, al notar que es acompañada por un muchacho rubio.

Gauna descubre (en medio de una pelea en el bosque, con Valerga como contrincante, bajo la luz de la luna), que por fin se ha encontrado con su Destino en el punto exacto en que lo había dejado. Descubre asimismo, con incontenible felicidad, que su alma está henchida de valor después de haber albergado la ignominiosa sospecha de su propia cobardía. Y claro, muere a manos de Valerga, pero muere cumpliendo con el sueño de la valentía. Sueño propio de los héroes.