sábado, 12 de febrero de 2011

Un puñado de polvo, de Evelyn Waugh


El aburrimiento dentro de un matrimonio “perfecto” es casi imposible de predecir. Sobre todo si el marido, Tony Last, es un aristócrata a la usanza tradicional inglesa, es decir, sumamente flemático, imperturbable, con ciertas costumbres feudales, como tener una amplia plantilla de lacayos para dar mantenimiento a su extensa finca de trasnochado estilo gótico, y con unas rentas anuales que apenas le alcanzan para mantener a flote dicha propiedad. Sin embargo, su esposa, la bella e inteligente Brenda Rex, madre de un hijo lleno de curiosidad, además de magnífico alumno de equitación, de pronto sucumbe ante los inexplicables encantos de John Beaver, un perfecto inútil y trepador social de veinticinco años que vive a las faldas de su madre para ahorrarse cinco de las seis libras que gana al mes, y cuya única actividad consiste en estar junto al teléfono de su habitación, a la espera de invitaciones a comer o para algún evento social.

El adulterio de Brenda no se puede justificar desde ningún ángulo, al menos ninguna persona con una pizca de sensatez lo haría, y sin embargo, tras el desafortunado accidente en que muere el hijo de ambos, ella de pronto decide que quiere el divorcio, para estar más cerca de su amado Beaver y quizás obtener ciertas ventajas económicas. Así, en plena complicidad con el propio Tony, se las arregla para dar al asunto el aspecto de un adulterio masculino, al grado de que Tony acepta fabricar pruebas de su “infidelidad” para lograr un divorcio en el que ambas partes estén de acuerdo, y lo más importante de todo: sin manchar la honra de Brenda. Sin embargo, cuando parece que todo se arreglará de la mejor forma, John Beaver advierte a Brenda que no se casará con ella a menos de que goce de una buena situación económica, con lo que los requerimientos de la familia de Brenda hacia Tony se hacen cada vez más implacables y absurdos.

Empujado hasta el borde de su tolerancia, Tony decide no otorgar una sola moneda a Brenda y emprende un viaje para “olvidar” los tenebrosos últimos meses de su vida, o al menos para verlos desde una perspectiva menos dramática. Se embarca con rumbo a Brasil en un extravagante viaje de exploración amazónica junto con el doctor Messinger, un explorador a quien casi acaba de conocer. Sin embargo, una vez en tierras americanas, todo empieza a salir mal: el calor y los insectos son un infierno para la delicada y aristocrática piel de Tony, la comunicación es escasa y ambigua con los nativos, y además, una vez que se han adentrado bastante en el continente, los indígenas que habrían de guiarlos a su objetivo, huyen hacia la espesura cuando se les obliga a ir a las tierras de tribus enemigas, abandonando al par exploradores ingleses a su suerte en plena selva. Pero las calamidades están lejos de terminar: poco después Tony adquirirá las terroríficas fiebres de la malaria, con lo que será necesario que el doctor Messinger vaya en busca de ayuda, aunque con tan mala suerte que perecerá sin dejar rastro, y así, justo cuando Tony está a punto de morir, caminando hacia la nada solo y enfebrecido, es rescatado por Mr. Todd, un viejo mitad inglés, mitad aborigen, padre de casi todos los nativos que pululan por allí, y que además de curarlo con brebajes selváticos, lo obligará a estar con él por el resto de sus días en una aldehuela perdida en medio de la selva inescrutable, para cumplir la condena de leerle día a día la obra completa de Charles Dickens, la cual, en algunos pasajes, es capaz de hacerle saltar las lágrimas al viejo…

Uno no se da cuenta de que está leyendo una historia descabellada y en ciertos momentos extrañamente perversa, sino cuando ya es demasiado tarde, cuando, por decirlo así, se voltea hacia atrás y se ve que en realidad nunca se desembarcó en el continente de lo melodramático o lo meramente anecdótico, sino que ambos destinos eran el horizonte necesario para llegar a una sátira de la sociedad aristocrática inglesa en la década de 1930. Sin embargo, el retrato sin concesiones que hace Waugh no desemboca en la farsa carnavalesca de Decadencia y caída (Decline and Fall, 1929), Cuerpos viles (Vile Bodies, 1930) y Merienda de negros (Black Mischief, 1932), sino que, a través de una ironía una pizca más etérea, nos va mostrando una gama de personajes que explican la decadencia de un modo de pensar que ha perdido hace mucho tiempo su dudosa vigencia decimonónica. Se sabe que en 1934, año en que Evelyn Waugh publicó Un puñado de polvo (A Handful of Dust), la crítica lo recibió con bastante entusiasmo, cosa que no ha cambiado mucho al día de hoy, al grado de que es considerada una de las mejores novelas en inglés publicadas durante el siglo XX.