lunes, 3 de noviembre de 2014

El rey de las Dos Sicilias, de Andrzej Kuśniewicz


Andrzej Kuśniewicz genera esta novela a partir de varias historias, en apariencia insubstanciales y ajenas entre sí (sobre todo si tomamos en cuenta que los «grandes» acontecimientos sólo cumplen un papel secundario, de telón de fondo), pero que se trenzan para dar una imagen vívida de la agonía del imperio austro-húngaro —y con él también la del prolijo siglo XIX, que comenzara con la Revolución francesa— justo en los inicios de la Primera Guerra Mundial. La historia se centra en el asesinato inexplicable de una cíngara de quince años justo un mes después del asesinato del heredero al trono austro-húngaro, Francisco Fernando. Aunque jamás sabremos quién fue el asesino, a lo largo de la novela los hechos parecen señalar a Emil R., un joven subteniente austriaco —el otro hilo principal de la novela— perteneciente al 12º regimiento de Ulanos Sicilianos, quienes se alojan momentáneamente en la ciudad húngara de Fehértemplom, en donde suelen llenar sus organismos con toda clase de bebidas alcohólicas y efectuar calaveradas de todo tipo. Así, entre la urdimbre de pequeños acontecimientos, poco a poco veremos que Emil parece huir de una relación incestuosa con su hermana mayor. Seguiremos sus pasos desde poco antes de su equívoco nacimiento —Kuśniewicz, mediante una curiosa artimaña novelística, sugiere que el padre pensaba en una joven camarera de generosos atributos mientras él se movía insistentemente encima de su esposa en un cuarto de hotel donde, años después, se perpetraría un asesinato de motivos políticos—, la influencia sensual de sus dos hermanas, el deslumbramiento al conocer las lecturas de Nietzsche, y su atormentadora relación con el catolicismo y el pecado, en particular cuando descubre su afición por Elizabeth, su hermana mayor; todo lo cual desembocará en acontecimientos que el propio Emil verá desde una óptica que va más allá de su propia vida: se da cuenta de que asiste no sólo a su casi segura muerte, o a una guerra que probablemente escalará a niveles mundiales, sino a un momento histórico que servirá de referencia para muchas generaciones venideras: la tajante muerte del siglo XIX europeo y con ella la de una época llena de falsas certezas y esperanzas... El rey de las Dos Sicilias tiene una estructura compleja, cierto, pero también un humor ácido —sin llegar a la causticidad de Gombrowicz, como aseguran torpemente en la fajilla de la edición española— cuyo tufillo omnipresente hace que la lectura, si bien en un principio es trabajosa y cerril, fluya cada vez con más facilidad, hasta que al final los varios hilos narrativos convergerán en un largo y oscuro réquiem... 

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