Sin arte (Semmi művészet, 2010)
Con un estilo ameno y, digámoslo así, «tabernero», Péter Esterházy narra, en un libro entre biográfico y ficcional, la curiosa relación con su madre, quien tiene la inesperada particularidad de amar al fútbol por sobre todas las cosas, al grado de haber fungido como una suerte de musa (o incluso amante, como deja entrever en ciertas páginas) para el mítico Ferenc Puskás y otros jugadores de la generación dorada de Hungría, y de anhelar que su hijo, el pequeño Péter, fuera un gran futbolista, aunque manteniendo una perfecta objetividad en cuanto él demuestra su mediocridad para jugar el deporte más venerado del planeta. Esterházy toma como pretexto la vida de su madre —con un ligero atisbo a su padre, a quien ha dedicado los libros Armonía celestial y Versión corregida— para mostrar, de forma paralela y como una especie escenario lúgubre, un retrato de la Hungría comunista, en donde los antiguos aristócratas (como la propia familia de Esterházy) debían trabajar como obreros, y a veces incluso en el exilio, con tal de obtener el pan. Pese a todo, las referencias cinematográficas, históricas, literarias, pero sobre todo, el humor ácido —emboscado en los rincones más inesperados de la novela—, impiden que el libro llegue a ser trágico o dramático por completo, inclusive cuando se relata la paliza que propina la policía secreta al melancólico y etílico padre, por lo que la prosa de Esterházy a veces pareciera la narración digresiva de un beodo encontrado al azar, cosa que, sin embargo, no es necesariamente un desacierto, sino quizás un elemento apropiado para esta —al menos en mi caso— introducción al mundo de Esterházy justo antes de abordar el abultado Armonía celestial.
Con un estilo ameno y, digámoslo así, «tabernero», Péter Esterházy narra, en un libro entre biográfico y ficcional, la curiosa relación con su madre, quien tiene la inesperada particularidad de amar al fútbol por sobre todas las cosas, al grado de haber fungido como una suerte de musa (o incluso amante, como deja entrever en ciertas páginas) para el mítico Ferenc Puskás y otros jugadores de la generación dorada de Hungría, y de anhelar que su hijo, el pequeño Péter, fuera un gran futbolista, aunque manteniendo una perfecta objetividad en cuanto él demuestra su mediocridad para jugar el deporte más venerado del planeta. Esterházy toma como pretexto la vida de su madre —con un ligero atisbo a su padre, a quien ha dedicado los libros Armonía celestial y Versión corregida— para mostrar, de forma paralela y como una especie escenario lúgubre, un retrato de la Hungría comunista, en donde los antiguos aristócratas (como la propia familia de Esterházy) debían trabajar como obreros, y a veces incluso en el exilio, con tal de obtener el pan. Pese a todo, las referencias cinematográficas, históricas, literarias, pero sobre todo, el humor ácido —emboscado en los rincones más inesperados de la novela—, impiden que el libro llegue a ser trágico o dramático por completo, inclusive cuando se relata la paliza que propina la policía secreta al melancólico y etílico padre, por lo que la prosa de Esterházy a veces pareciera la narración digresiva de un beodo encontrado al azar, cosa que, sin embargo, no es necesariamente un desacierto, sino quizás un elemento apropiado para esta —al menos en mi caso— introducción al mundo de Esterházy justo antes de abordar el abultado Armonía celestial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario