lunes, 19 de diciembre de 2011

En-Nadar-dos-pájaros, de Flann O’Brien


Al inicio de En-Nadar-dos-pájaros, un joven universitario con una manifiesta tendencia a la haraganería, emprende una reflexión acerca de la literatura, tal como se ha conocido hasta sus días:

«Tras haber colocado en mi boca pan suficiente para masticar tres minutos, deseché mis poderes de percepción sensorial y me retiré a la intimidad de mi mente, asumiendo mis ojos y mi rostro una expresión ausente y absorta. Reflexionaba sobre el tema de mis actividades literarias de los ratos de ocio. Que un libro tuviese un principio y un final era una cosa con la que yo no estaba de acuerdo. Un buen libro puede tener tres aperturas completamente distintas e interrelacionadas tan solo por la presencia del autor, o en realidad cien veces otro tanto de finales.»

Así es como Flann O’Brien (pseudónimo de Brian O’Nolan) comienza su primera novela En Nadar-dos-pájaros (At Swim-Two-Birds, 1939), y que según muchos será también la más original dentro de su extravagante y poco numerosa obra. Es decir, inicia con una especie de tesis o boceto de lo que seguirá en las siguientes páginas: una historia aparentemente insustancial, basada en Buile Suibhne, un viejo texto gaélico que se remonta al siglo IX en donde se menciona que En Nadar-dos-pájaros es un sitio cuasi mitológico ubicado en el centro de Irlanda, y que además fungirá como esqueleto satírico del texto de O'Brien, el cual a su vez será el contenedor de otras historias: el joven universitario que pasa los días cavilando en la manera en que pueden ser leídos sus textos y vertiendo ingentes cantidades de cerveza oscura dentro de su organismo en compañía de otros jóvenes, o bien, recostado en su cama, y fastidiando con ello a su honrado tío, que no concibe la vida sin una buena dosis de actividad física.

Y así también, en una espiral metaficcional, veremos al mismo tiempo los rumbos de sus textos, en los que se habla de otro escritor que busca crear personajes que discurrirán por varios temas que, pese a ser vistos desde la tradición gaélica, atañen también al resto de la humanidad: fábulas que cuestionan la visión tradicionalista merced a la dudosa moral que ostentan, historias sin más pretensión que mostrar el absurdo de una conversación cotidiana entre seres arrancados de diversos barrios irlandeses y que en sus galimatías muestran una suerte de parálisis o de sonambulismo, aunque sin llevar dicha espiral de experimentación como una bandera, sino más bien como una consecuencia lógica de su tendencia hacia la creación de personajes y situaciones, tal como sucede con la apuesta que hace el Puca Mcphellimey –una suerte de demonio irlandés cuya principal característica es la exquisita cortesía con la que trata a quienes le rodean, además de una vocación por el pacifismo– jugando al póquer con un hado bueno, incorpóreo y algo presuntuoso, para ver quién puede influir de mejor forma en el alma de un recién nacido.

O’Brien escribe a través de la lente del caricaturista –si bien con un trasfondo melancólico e implacable– para cuestionar a la literatura desde sus cimientos al proponer una muchedumbre de caminos para andar y desandar sobre el propio concepto de novela; pero también para cuestionar desde adentro a la propia cultura irlandesa, excavando entre las rocas de la tradición oral y la mitología, y ya encarrerados, para denunciar de manera tragicómica la inercia autodestructiva no sólo de su sociedad durante la primera mitad del siglo XX, tan llena de nacionalismos ramplones e infecundos, sino de la sociedades europeas, en las que ya germinaban los fascismos con fuerza incontenible. Libro imprescindible para cualquier amante de la literatura irlandesa.