lunes, 14 de diciembre de 2009

Ariel, de José Enrique Rodó


Ariel, la parte noble y alada del espíritu (una alusión tomada de La Tempestad, de Shakespeare) es utilizado por José Enrique Rodó como una representación de las verdades objetivas de cualquier época, una confianza en la prosperidad de la juventud de América Latina en "los nuevos tiempos", es decir, aquellos que constantemente se avecinan. Asimismo es la contraparte de Calibán (personaje también shakespeariano) que representa la irracionalidad y la cercanía a las bajas pasiones de los hombres. Y es que José Enrique Rodó tiene la convicción de que hablar a los jóvenes es una suerte de “oratoria sagrada”, llena de un neoclasicismo idealizado, cuya máxima aspiración radica en la orientación de la juventud hacia las sendas del bien. Un proyecto de educación que se nutra principalmente del positivismo moderno y del voluntarismo puesto en boga por Shopenhauer y Nietzsche.

Don Próspero, personaje que usa Rodó para dar voz a sus meditaciones pedagógicas (y que asimismo es tomado del modelo del hechicero sabio de la citada obra de Shakespeare), usa el término “juventud” bañándolo con ciertos matices de abstracción, porque no se refiere solamente a la juventud de un lugar específico, anclada en su patria del cono sur o exclusivamente en su tiempo; sino a aquella juventud de América (latina, antes que sajona) que en todo momento esté por traspasar los umbrales rumbo a la madurez. Los induce a la unidad, a sortear las trampas de la excesiva racionalidad o el abandono en el apasionamiento (males característicos de la sociedad norteamericana, con su utilitarismo imparable), a buscar la libertad en el día a día, y si acaso se carece de ella, insta a seguir las huellas de los antiguos estoicos, quienes declaraban que aun en la esclavitud se puede conservar la libertad del pensamiento.

El estilo de Rodó, inevitablemente recuerda la manera en que se registraron los diálogos socráticos (aunque en este caso se trate propiamente de un monólogo), cuya principal característica es la creación de utopías sociales; es decir, la confianza en el porvenir sin descuidar el pasado y el presente, tratando de conciliar antes que disolver nuestra contradictoria identidad.