martes, 16 de agosto de 2011

Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río, de László Krasznahorkai


Cien hermosos jardines era la obra preferida del nieto del príncipe Genji, ya que en último lugar allí se mostraba la ilustración de un jardín que parecía ser “el perfeccionamiento supremo de la idea del jardín”, algo que “expresaba lo infinitamente simple mediante fuerzas infinitamente complejas”. Por eso, cuando el único ejemplar se perdió inexplicablemente, tras encargar a destacados académicos y eruditos la búsqueda, en apariencia inútil, de dicho jardín, los castigos y ejecuciones abundaron entre los siervos del príncipe Genji con el fin de encontrar al responsable de haberse robado el único ejemplar.

No contento con ello, antes bien sumamente desasosegado, el príncipe Genji decide sustraerse a la vigilancia de los esbirros del palacio para ir en busca de ese lugar que acaso fuera mítico. Y es así que toma el tren hacia Keihan para buscar en sus alrededores ese lugar que no ha sido mancillado durante mil años por las miradas humanas, un lugar en donde se cree que hay un buda mirando hacia atrás debido a las bellas palabras que profiriera un vagabundo profeta. Es decir, comienza un viaje que podemos catalogar como novelesco, porque, como en todo viaje, será el constante movimiento lo que dará sentido a su búsqueda, más que el lugar buscado que, paradójicamente, pasará desapercibido para el único personaje de esta novela «etérea», en la que el viento, las calles, la naturaleza, la arquitectura e incluso un libro que intenta quitar al infinito su manto de sacralidad, son quienes lo dotan de algo semejante a un hilo narrativo.

A pesar de su breve extensión, Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río (Északról hegy, Délről tó, Nyugatról utak, Keletről folyó, 2003) no es una novela que resulte sencilla de leer. La ausencia de una trama común y corriente puede desesperar a un lector incapaz de ser cómplice de un ritmo de lectura que escapa de lo usual, por lo que bien podrían comenzar con los bostezos monumentales y el fastidio desamparado; pero si se es un fanático del lenguaje y sus giros, esta novela de László Krasznahorkai será un hallazgo pletórico de imágenes y escenarios poco o nada comunes.